Dime, espejito...
"Espejito, espejito... ¿quién la más bella entre las bellas?"
No, ella no preguntaba eso: simplemente jugaba tetris.
Caduca ya la magia de las hadas --tal vez relacionada con esa monserga de los metarrelatos y el cambio de paradigmas--, nos queda el consuelo de la tecnología. Es un bálsamo virtual, un pequeño engaño. Otro.
El móvil garantiza la comunicación --más bien la telecomunicación-- con cualquier punto del globo interconectado. Pero también nos provee de un interlocutor mudo (¿ideal?), con el cual es muy cómodo dialogar... monologar.
Las nuevas tecnologías desbaratan el mito de que la humanidad se construye en el diálogo con el otro ser. Ceros y unos, impulsos luminosos, sustituyen la voz, el olor, el tacto... Chatear sea acaso mejor que conversar. Somos un "avatar", podemos transfigurarnos, inventarnos un personaje, realizar la impostura perfecta e, incluso, tener sexo on-line. ¿Cómo saber que detrás de ese ícono que ríe hay una carcajada de "carne y hueso"?
Apaga el móvil, amor. Abre los ojos. Mira la hierba, que de tan real duele en la mirada. Respira estas exquisitas moléculas de dioxígeno. Vive. Escápate conmigo al sudor y la suave fatiga.